Algo huele a podrido en España. Tanto que hasta el Horacio de Hamlet se escandalizaría. El índice de desafección, disparado hasta límites que superan por mucho la frontera que marca la mala salud democrática de nuestro país, vuelve a copar el ranking de principales problemas de los españoles y anticipa lo que nos encontraremos en noviembre, cuando el CIS recoja el choque entre partidos a cuenta de ETA y la corrupción. Vuelven los fantasmas del pasado, con el telón de fondo añadido de la inmigración, convertida ya en arma arrojadiza…