A expensas del CERA (censo electoral de residentes ausentes) que podría modificar –aunque parece difícil– el último escaño de Lleida y Tarragona, ambos decisivos, podemos hablar, usando la jerga deportiva, de un “hat trick” del PSC en la contienda catalana: victoria incontestable, aritmética suficiente para la formación de un tripartito con Illa a la cabeza, sostenido desde dentro o desde fuera por ERC y los Comunes –a quienes les interesa evitar una repetición electoral–, y caída del independentismo, que por primera vez desde 1980 se queda por debajo de 68 escaños, el listón que marca la mayoría absoluta. Los partidos nacionalistas e independentistas siempre han sumado en Cataluña al menos 68 escaños de los 135 del Parlament, excepto en esas primeras autonómicas tras la dictadura.